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En términos generales se entiende como inteligencia emocional el conjunto de habilidades psicológicas que nos permiten, de manera razonable, expresar nuestras emociones y poder entender las de los demás. Es un factor clave a la hora de guiar nuestro comportamiento.
La inteligencia emocional nos puede automotivar, nos da la capacidad de insistir ante posibles frustraciones, tener control de nuestros impulsos, regular nuestro estado de ánimo para facilitar la convivencia con otras personas a nivel familiar y laboral, es por todo esto que saber gestionar tu inteligencia emocional, marca la diferencia entre los que avanzan felizmente en su vida, sabiendo superar adversidades y quienes no.
Habilidades que componen la inteligencia emocional.
Empatía.
Consiste en saber reconocer las emociones e ideas del otro. Tener empatía es entender qué sienten las personas que nos rodean y por qué lo sienten.
En el entorno laboral, practicar comportamientos empáticos supone una mejora en las relaciones con los equipos, en la comunicación y en el rendimiento.
Entender a los demás y ser entendidos hará que a los trabajadores les resulte más fácil tratar y cooperar entre ellos. Esta habilidad juega un papel esencial en saber cuáles son las necesidades de los demás y en no dudar en ofrecer ayuda.
Motivación.
Es la habilidad de no tirar la toalla, de no decir “no puedo”. Debemos tener siempre presente que somos capaces de lograr aquello que queremos conseguir. Pero también debemos proponernos objetivos realistas.
Para tener una buena motivación es muy importante conocer los sentimientos que pueden hacer que disminuya. Algunos de ellos son:
- El sentimiento de obligación: “Tengo que encontrar un empleo”, “tengo que estudiar”, etc.
- La queja: “No me ayuda nadie”, “tengo demasiado trabajo”, “nadie quiere contratarme”, etc.
- El miedo: “Si me equivoco perderé el empleo”, “igual no estoy al nivel de este empleo”, etc.
- La culpa: “Si hubiera estudiado más, ahora tendría trabajo”, “si lo hubiera hecho mi compañero seguro que habría salido mejor”, etc.
- El resentimiento: “Nadie valora mi esfuerzo”, “luché mucho por lograr aquel puesto y me despidieron”, etc.
Todas estas actitudes y emociones hacen que la persona piense que la situación es más grave de lo que realmente es y su motivación se vea afectada.
Autoconocimiento.
Es la conciencia de uno mismo. Consiste en conocer nuestras fortalezas y debilidades, nuestros objetivos en la vida y cómo queremos alcanzarlos.
Para periodos de desempleo será clave. En estos momentos, el autoconocimiento nos puede ayudar a saber qué nos diferencia de los demás. ¿Con qué cualidades contamos?, ¿cómo potenciarlas en nuestra búsqueda?.
Autocontrol.
Somos animales emocionales y, en muchas ocasiones, nos regimos según nuestros impulsos. Sin embargo, tenemos que ser capaces de controlar nuestros impulsos, para no tener pensamientos negativos.
En un periodo de desempleo, gestionar nuestras emociones nos hará no caer en pensamientos derrotistas. Para ello, debemos identificar las herramientas con las que contamos para cambiar estas actitudes cuando comienzan a producirse.
Dejarnos llevar por nuestras respuestas emocionales puede ser muy peligroso y perjudicial, tanto para nosotros mismos como para nuestros compañeros de equipo.
Gestión de las relaciones sociales.
La comunicación y buena relación con nuestros compañeros de trabajo tiene un efecto muy positivo en nuestro desarrollo profesional. Establecer vínculos con el resto de trabajadores beneficia tu bienestar personal y hace que el ambiente de trabajo sea más colaborativo y agradable.
Quien no tiene consciencia de sus propias emociones, difícilmente podrá entender el funcionamiento del entorno y sus semejantes. Es por ello que la Inteligencia Emocional en el Trabajo es un concepto muy importante al cual hay que prestarle plena atención para desarrollarlo efectivamente.
En Formalba tenemos un curso online que es perfecto para desarrollar tu inteligencia emocional tanto en el ámbito laboral como personal.
